El sudor comenzó a bañar cada centímetro de mi piel. Un potente vacío inundó mis oídos, haciéndome cada vez más débil. Sabía que iba a desfallecer de un momento a otro. Comencé a respirar fuertemente, tomando bocanadas como si mi vida dependiera de ello. Apretaba los puños y sentía cómo mis uñas se clavaban en las palmas de las manos.
Me forcé a continuar. El vacío iba aumentando poco a poco, hasta llegar a escuchar tan sólo mis pulsaciones. ¿Miedo? No. ¿Angustia? Quizás. Un paso en falso significaba el fin. No conocía mis límites. Había perdido por completo la noción del tiempo. No me sentía dueña de la situación.
Atisbé a lo lejos una puerta blanca. Tomé el picaporte, ansiosa. Nada tenía sentido en aquella habitación. Paredes cubiertas de ojos humanos, que lanzaban miradas furtivas. Tarima de serpientes como suelo. Sonoras carcajadas como música ambiental. Me dejé llevar, volviéndome carroña de aquellas presas.
Síguenos en Facebook:https://www.facebook.com/profile.php?id=100008683991254
Y en Twitter: https://twitter.com/Cadapalabraun
Marta MR
¿Te ha gustado la entrada?
¡Pulsa el café e invítame a uno!
¡Pulsa el café e invítame a uno!
Quiero más !
ResponderEliminar