Elegí minuciosamente un conjunto digno para el momento: mi blusa favorita a rayas y unos vaqueros de color claro. Me alisé el pelo, como sólo en contadas ocasiones hacía, y para terminar de acicalarme, me eché unas gotas de perfume. Cuando estuve preparada, salí de casa, dejando todo atrás. No me lo creía, tanto tiempo esperando y al fin había llegado el día.
Subí al coche, que me esperaba desde hacía unos minutos y le recordé al conductor cuál era nuestro destino. Me sentía nerviosa, estaba impaciente por llegar.
¿Qué hará nada más verme? ¿Le gustaré?, pensé para mis adentros, como una quinceañera enamoradiza.
Al bajarme del taxi, no tardé en localizar el edificio, mi punto de encuentro. Me dirigí a él a paso ligero, no había tiempo que perder. A pesar de llegar antes de mi hora, me acerqué a la recepción.
-¿Su nombre señorita? -me preguntó la muchacha del mostrador.
-Celia Puentes
-A ver, a ver… Correcto, aquí está -verificó, sin apartar los ojos del ordenador-. Espere en la sala de espera, por favor.
Con una sonrisa le agradecí su trato y me senté tal y como me había dicho. Tomé una bocanada de aire y un trago de agua, sentía la boca seca. Observé la gente de mi alrededor, ¿estarían tan nerviosos como yo?
A los pocos minutos de estar esperando, los cuales se me hicieron eternos, una mano se posó sobre mi hombro y susurró:
-¿Señorita Puentes?
-Sí, soy yo, mucho gusto -exclamé, tendiéndole mi mano.
-Acompáñeme si es tan amable.
Me cogió del brazo y recorrimos juntos un ancho pasillo que nos condujo a una luminosa sala. La habitación era amplia y tenía pocos muebles. Un sillón, unas estanterías y un escritorio era todo lo que se podía encontrar. Así pues, ocupé el sillón y esperé de nuevo, pensando lo poco que faltaba para que mi vida diera un giro.
-Siéntate, así -ordenó el señor-. Os dejo solos.
En ese momento, se hizo el silencio. Tan sólo pude escuchar sus pasos hacia mí. Bastaron unas caricias para quedarme prendada. Pasé mi mano por su hocico y su cabecita, suave como el algodón, mientras las lágrimas bañaban mi rostro. Sentí sus muestras de cariño y el jadeo constante de alegría. Maldije por no poder ver más que una silueta de color claro. Todo para mí eran bultos y formas borrosas. Aun así, le tomé entre mis brazos y le mecí como si de un hijo se tratara.
Conocí entonces el significado del amor.
Subí al coche, que me esperaba desde hacía unos minutos y le recordé al conductor cuál era nuestro destino. Me sentía nerviosa, estaba impaciente por llegar.
¿Qué hará nada más verme? ¿Le gustaré?, pensé para mis adentros, como una quinceañera enamoradiza.
Al bajarme del taxi, no tardé en localizar el edificio, mi punto de encuentro. Me dirigí a él a paso ligero, no había tiempo que perder. A pesar de llegar antes de mi hora, me acerqué a la recepción.
-¿Su nombre señorita? -me preguntó la muchacha del mostrador.
-Celia Puentes
-A ver, a ver… Correcto, aquí está -verificó, sin apartar los ojos del ordenador-. Espere en la sala de espera, por favor.
Con una sonrisa le agradecí su trato y me senté tal y como me había dicho. Tomé una bocanada de aire y un trago de agua, sentía la boca seca. Observé la gente de mi alrededor, ¿estarían tan nerviosos como yo?
A los pocos minutos de estar esperando, los cuales se me hicieron eternos, una mano se posó sobre mi hombro y susurró:
-¿Señorita Puentes?
-Sí, soy yo, mucho gusto -exclamé, tendiéndole mi mano.
-Acompáñeme si es tan amable.
Me cogió del brazo y recorrimos juntos un ancho pasillo que nos condujo a una luminosa sala. La habitación era amplia y tenía pocos muebles. Un sillón, unas estanterías y un escritorio era todo lo que se podía encontrar. Así pues, ocupé el sillón y esperé de nuevo, pensando lo poco que faltaba para que mi vida diera un giro.
-Siéntate, así -ordenó el señor-. Os dejo solos.
En ese momento, se hizo el silencio. Tan sólo pude escuchar sus pasos hacia mí. Bastaron unas caricias para quedarme prendada. Pasé mi mano por su hocico y su cabecita, suave como el algodón, mientras las lágrimas bañaban mi rostro. Sentí sus muestras de cariño y el jadeo constante de alegría. Maldije por no poder ver más que una silueta de color claro. Todo para mí eran bultos y formas borrosas. Aun así, le tomé entre mis brazos y le mecí como si de un hijo se tratara.
Conocí entonces el significado del amor.
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Y para vosotros, ¿qué es el amor?
No sabía que escribías! Me ha sorprendido mucho tu historia y sobre todo, me ha parecido tierno y muy cierto!
ResponderEliminar¡Un beso!
¡Holap! Viendo ésto... ¿no preferirías reservar estos relatos para participar en algún concurso? ^^ Besos
ResponderEliminar¡Hoola! No sabía que escribías 0.0. Madre mía, ha sido super adorable *_*. Estaré muy al tanto de esta historia¡Besis!
ResponderEliminar¡Madre mía! :O
ResponderEliminarLo primero, yo tampoco sabía que escribías y lo segundo no sabía que escribías tan bien.
Alucino! Cómo en una historia tan corta puedes llegar a emocionar tanto? Has tocado mi fibra sensible! Para nada me imaginaba ese final tan tierno <3
Sigue así!!!
Besitos <3
Me encantó ! No sabía que escribías. Te felicito amor !
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarNo solo me has mantenido expectante para ver a dónde iba y para qué sino que el final no me lo esperaba para nada. Felicidades, un bonito relato.
Besos.
Muchísimas gracias, chicas, me han hecho muchísima ilusión vuestra opinión!!! ;)
ResponderEliminar¡Hola!
ResponderEliminarQué sorpresa me he llevado al ver que habías escrito un pequeño relato pero sobre todo porque no esperaba ese final tan emotivo, ¡felicidades!
Espero que sigas escribiendo y compartiendolo con nosotros, guapa^^ Sigue así.
Un besito
ResponderEliminarشركة رش مبيدات بسيهات
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