¡Hola, queridos lectores!
Bien, hoy toca reflexión y es que vengo algo disgustada, porque el año pasado me hice una larga lista de propósitos de los cuales un cuarto se ha quedado en el olvido. Y ahora, ¿qué? Primera lista que me propongo, primera que no acabo. Pues ahora tan fácil como dejarlos para este año 2017. Leerme los ocho libros de Harry Potter, leer El Principito, ver una serie completa o conoce más literatura española, eran algunos de ellos. JA, JA, JA. 😆Parecía fácil, sí. Aunque he de decir que otros sí que los cumplí: hacer un viaje, dar una gran sorpresa, ver una saga completa de películas, probar comida nueva...
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Con esto no os recomiendo más que no compliquéis demasiado, pues siempre habrá alguien (llamado TIEMPO), que no os dejará leer series completas o hacer ese viaje tan esperado.
Para este próximo, me he propuesto sólo uno: CUMPLIR LOS PROPÓSITOS DEL 2016. Es cierto que son menos, pero... ¡ya os contaré si no os voy arrastrando hasta el 20!
Bromas a parte, desearos a todos los lectores un increíble año, cargado de ilusión, aventuras y proyectos (factibles de cumplir, a ser posible), amor y salud. La vida fue creada para disfrutarla: pasar tiempo con los que te rodean, dedicarte a ti mismo esos instantes que te hacen feliz, cambiar esos aspectos de nuestra personalidad que nos impiden avanzar, leer un buen libro, descubrir nuevos lugares, conocer nuevas personas, compartir tiempo con los animales. ¿Sabéis algo? Tenemos infinitas cosas que aprender de ellos: no saben qué es el rencor, nos dan todo su cariño sin esperar nada, son fieles... No tengo más que palabras buenas. ¿Puedo decir lo mismo del ser humano? No lo tengo tan seguro.
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Y es más, os voy a contar una historia un tanto peculiar, llamado Bruno. Un niño que deseó algo con tanto entusiasmo, que se hizo realidad.
Entonces, tenía tan sólo nueve años. La vida no le había tratado especialmente bien, que se diga. El vivir en los suburbios de la ciudad, el vestir día sí y día también con la misma camiseta raída o el tener que conformarse con un bocado por la noche; no era todo lo que Bruno sufría. Imaginaos lo difícil que puede ser salir adelante para alguien tan joven. Y si todo ello lo vives con los tuyos, vaya que vaya, te sientes más arropado. Pero, si os digo que Bruno compartía casa con una familia de acogida, la cosa cambia.
El niño había quedado huérfano hacía un par de años y los Servicios Sociales le había asignado unos padres: Aitor y Sheila. Dos seres inmundos, que no merecían su compañía y que le proporcionaban condiciones nefastas. Con apenas nueve años, tenía una vida gris.
Sin embargo, la mente del pequeño trabajaba cada mañana. Tenía metas, sueños y proyectos en su cabeza. Eran rebuscados, aparente difíciles. ¿Imposibles? No. Para Bruno no había nada imposible. Y era algo que había grabado a fuego en su corazón y que su madre le había confesado una noche, días antes de fallecer: "Si me ponen un muro de cinco metros, usaré una escalera de seis".
Una tarde, harto de aguantar la misma situación, decidió que su vida debía tomar otro rumbo: no era feliz. Escapar era la solución, sí. Pero, ¿hasta dónde tenía que correr para huir de todo aquello?
Se puso manos a la obra. Se enfundó unos guantes, cogió su cubo, un palo, una cuerda y el ingrediente estrella. Se trataba de una bolsa de polvitos mágicos que su madre había guardado para él. Úsalos cuando te sientas triste, ellos te ayudarán; le había susurrado una mañana. Mezcló éstos a partes iguales con agua y removió enérgicamente. Aquello tenía un aspecto extraño, pero algo le decía al pequeño que funcionaría.
Estaba convencido de que con ellos podía crear una burbuja tan grande en la que montar y volar hasta el más allá. Y esa burbuja fue creada, a partir de un deseo, a partir de una ilusión: soñaba con reencontrarse con sus padres.
A partir de esa tarde no se supo más de Bruno. Le buscaron por todos sus entornos habituales, denunciaron su desaparición. Sin embargo, a esas alturas el pequeño estaba ya muy lejos, más de lo que todos podían pensar.
Estaba allá donde su imaginación le había llevado.
Queridos lectores, esto no es más que un relato ficticio. Pero, por suerte o por desgracia, cualquiera podemos ser Bruno. Podemos vernos literalmente atrapados, encerrados en vidas que no nos dan la felicidad que necesitamos. Es entonces cuando debemos crear nuestra burbuja y volar. Demos volar hacia donde nos lleven nuestros propósitos.
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Hola preciosa! Ya también sigo con los propósitos del año pasado y esta vez puse en práctica alguno y estoy encantada. Un relato precioso y muy realista... Pero creo que también es muy importante dejar que entre gente especial en esa burbuja. Un besazo.
ResponderEliminarEs precioso, pero estoy de acuerdo contigo en lo de los animales. Deberíamos aprender más de ellos y de la inocencia de los niños. Es un relato precioso.
ResponderEliminar¡Hola guapísima!
ResponderEliminarPues ya tienes una seguidora más, en cuanto a los propósitos... al final el que más me gusta es sencillamente el de: leer. Lo que sea, como sea y cuando sea.
Se feliz, besos ^^
Es muy bonito. Suerte con los propósitos
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