¡Muy buenas! Hoy os dejo la cuarta entrega de los relatos "Tres palabras, un relato". El dueño es Luis Martínez. Muchas gracias, Luis ;)
El comandante Alol se estaba impacientando. Llevaban mucho retraso respecto al plan de batalla establecido y estaban en peligro. El Jerarca Litper y el consejo de ancianos habían ordenado que la invasión diera comienzo tan pronto la avanzadilla capitaneada por el comandante hubiera dado su visto bueno a la invasión del planeta y ello debía de hacerse sin pérdida de tiempo, ya que este era muy escaso. El tiempo se agotaba y su raza se estaba extinguiendo a marchas forzadas. Ya tan solo eran una fracción de lo que habían sido en tiempos mejores; en el apogeo de la raza Litperiana, su población superaba los 50.000 millones de seres y ocupaban todos los planetas de su sistema solar.
Pero eso eran los buenos tiempos y el sol de su sistema agonizaba y amenazaba con extinguirse, dejando a su raza con cada vez menos recursos alimenticios, ya que eran herbívoros y las plantas de los siete planetas del sistema no podían hacer bien la fotosíntesis de manera que se morían como hacía su raza. Eso sin contar el descenso de temperaturas, sobretodo en los planetas exteriores, inhabitados ya, abandonados y cuya tierra era estéril y arenosa, planetas desérticos y helados donde antes había vergeles de vegetación y hermosas ciudades con edificios piramidales hechos de cristal, donde habitaba en paz la raza litperiana.
Ahora sólo podían vivir en los dos planetas más interiores, donde aun recibían bastante radiación solar de un astro moribundo pero no la suficiente. Los planetas se enfriaban, las plantas se morían y sus habitantes hibernaban en grandes cavernas habilitadas al efecto, con la única idea de la supervivencia. La mayor parte de la población estaba hibernada y solo el consejo de ancianos y unos cientos de miles de soldados seguían aun despiertos, a la espera de la soñada invasión que salvara a su raza de la extinción.
Era una gran responsabilidad! Y estaba fracasando!!!! La espantosa tormenta espacial con la que se cruzó puso en peligro su poderosa nave, orgullo de su raza. Era la primera vez que salían de su sistema solar ya que no habían tenido ninguna necesidad de hacerlo. La raza Litperiana no era agresiva por naturaleza, de movimientos lentos y vegetariana, no codiciaba nada de otros mundos y se bastaba con los mundos deshabitados de su sistema, terraformándolos con su gran tecnología y haciéndolos habitables en su totalidad. Por eso no necesitaban habitualmente naves tan poderosas como la que comandaba Alol, una increíble nave de más de 1 Km de diámetro y que poseía tecnología hiperespacial, capaz de realizar saltos de miles de pársecs por minuto. Las naves de su raza eran más lentas, cargueros espaciales para el tráfico de mercancías entre los planetas...era una raza comerciante y pacífica.
Pero la nave del comandante era todo lo contrario, se trataba de una nave en forma de estrella de cinco puntas, cuyo centro era una esfera que albergaba a la tripulación no hibernada cada punta era una pirámide gigantesca que albergaba a decenas de soldados hibernados gracias a las bajas temperaturas. Aparte del propulsor hiperespacial, dicha astronave poseía cañones de haces láser de gigawatios de potencia, capaces de aniquilar ciudades enteras y escudos defensivos de energía. Era un enorme crucero de combate pero no era el único. En el planeta madre los ingenieros se afanaban a construir a contrarreloj cien naves más del mismo estilo, dispuestas para el combate y prácticamente ya estaban listas, esperando la información de Alol, dando el visto bueno a la invasión.
Era una responsabilidad enorme la que caía sobre los acorazados hombros de Alol pues de él y de su misión dependía el futuro de su raza. Y se estaban atrasando. La sobrecogedora tormenta espacial estaba sacudiendo al poderosos crucero y arrastrándolo de un lado a otro como si se tratase de una hoja en un rio turbulento. Pese a que los escudos estaban a máxima potencia, la nave estaba sufriendo daños y, lo que es peor, alejándose de su órbita prevista. Nunca se habían topado con nada igual y aunque su sereno rostro no denotaba preocupación, su ágil mente no paraba de sentir miedo. Pero debía permanecer impasible ante su tripulación, dando una apariencia de serenidad que infundiera confianza en sus hombres y mujeres, a la espera que amainase la tormenta. Lo contrario hubiera sido terrible ya que cundiría el pánico y eso es algo que no podían permitirse.
La tormenta seguía arreciando con fuerza, arrastrando meteoros que chocaban contra las defensas de la nave y la debilitaban. No sabían hasta cuando aguantarían los escudos y no podían comunicarse con el planeta madre a causa de las interferencias causadas por los rayos gamma de la tormenta. Estaban a merced del Destino. El salto hiperespacial les había dejado cerca del sistema solar que iban a invadir pero la tormenta los alejaba cada vez más y eso desesperaba a Alol cuyos movimientos pausados eran engañosamente tranquilos al igual que los de toda su raza. Estaban tan cerca y a la vez tan lejos!
La nave aun aguantaría unas horas más bajo el chaparrón estelar pero no podían ni permitirse ese retraso; la supervivencia de toda una raza dependía de ello. Tecleó algo en su consola de alimentación y en el hueco se materializó una hortaliza parecida a la zanahoria terrestre pero más grande y de color azul. Con su boca picuda la iba mordiendo mientras observaba la pantalla panorámica de la sala de control, esperando que amainase un poco la tormenta para poder usar los motores subluz y salir de allí.
Observó a su tripulación: eran seres valientes, machos y hembras allí reunidos, manejando los mandos con la calma habitual de su raza, sus cuerpos enfundados en una poderosa coraza, natural de los de su raza. Esta era ovalada y cubría la totalidad de sus cuerpos, protegiéndolos de cualquier agresión. Fuera de la coraza solo se veían los miembros, piernas gruesas y largas, adaptadas a soportar el peso de la coraza y el cuerpo, sin rastro de pelo, piel escamosa y dura, muy difícil de cortar. Parecían tanques vivos. Si un terrestre los viera los confundiría con una raza de tortugas gigantes. Sus cabezas eran alargadas, sin pelo también y con ojos profundos y tranquilos, nobles y pacíficos, con bocas picudas adaptadas para trituran los vegetales de los que se alimentaban.
No querían la guerra pero no tenían más remedio. Su raza era lo primero y si para ello debían aniquilar otra raza lo harían sin miramientos. El instinto de supervivencia de los Litpen era enorme.
-Comandante-avisó el subalterno Enilor - la tormenta parece que disminuye por la zona de popa. creo que podríamos utilizar los motores en esa dirección e intentar escapar.
Una sonrisa brillo en el rostro de Alol y de varios miembros de la tripulación. Tenían una esperanza de salir con vida y no la iban a dejar escapar.
-Motores a plena potencia. Piloto, sáquenos de aquí y salvemos una raza-Dijo orgulloso Alol mientras la poderosa nave zumbaba intentando salir de la tormenta. Poco a poco y con dificultad iba saliendo de la zona más fuerte de la tormenta mientras la poderosa nave crujía y protestaba por el esfuerzo que le exigían. Pero el esfuerzo mereció la pena y a los pocos minutos solo pequeños meteoritos impactaban contra las pantallas. Habían salido.
Alol dijo:
-Tripulación, nos hemos librado de una buena. Ahora pondremos rumbo hacía ese sistema solar cercano e invadiremos ese pequeño planeta que sus habitantes llaman Tierra...
LUIS MARTÍNEZ
oo el relato de mi churri si si si
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