Hoy ha sido nuestra última clase de Educación para la Felicidad. Así es, una sesión a la semana, ¿ciente? No lo creo. Hemos tenido por suerte la visita de grandes personas que nos han enseñado que ser feliz es posible. Viven su vida con pasión, su trabajo con devoción. La clave del éxito.
Creer es poder, decían unos. Lucha por el cambio, decían otros. ¿Qué ocurre si cogemos lo mejor de cada uno y, como si de una pócima secreta se tratase, lo juntáramos todo haciendo de ello la más deliciosas de las pócimas? Educación para la Felicidad.
Hemos luchado codo con codo durante estas semanas, nos hemos volcado, creyéndonos los protagonistas de los mejores cuentos, donde los niños saltaban de alegría por ir a la escuela. Pero, sobre todo, creyendo que eso era realidad. Nuestra realidad. Y, ¿por qué no?, como reza el tatuaje de mis tobillos, Why not?
La asignatura me dado confianza, no solo en lo posible que soy en convertirme en una buena maestra, sino a perseguir mis sueños, sean cuales sean. Quizás en los últimos tiempos mis planes han cambiado de forma radical. Ya quedó atrás la única posibilidad que veía como maestra, enclaustrada estudiando y estudiando unas oposiciones sin estar motivada. ¿Por qué no acabar mi carrera y mudarme al extranjero? Why not?
Ahora ha cambiado el concepto que tenía felicidad para mí. Ahora significa hacer todo aquello que me haga sonreír, independientemente de lo que he haga feliz a los demás.
Así luchemos por el cambio.
Luchemos por nuestra felicidad.