¡Hola, lectores! Hoy es el día de describir algo tan conocido como una... HAMBURGUESA.
Algunos de vosotros me habéis mandado vuestros escritos y son realmente elaborados.
¡Muchas gracias!
SERGIO GUTIÉRREZ
¡Adivina adivinanza!
Tierna y jugosa es en su mitad, esponjosa es su textura en sus extremos y en su parte superior pequeñas lágrimas lo cubren casi en su totalidad. Una línea ni fina ni gruesa de color rojo se asoma bajo una especie de sábana amarilla anaranjada, todo recostado sobre una mullida cama verde y como imaginarás, todo está sobre su parte tierna y jugosa. ¿Sabes lo que es?
- No
Te daré algunas pistas. Esas lágrimas me recuerdan a Alí Babá y sus cuarenta ladrones, esa sábana te la podrías quedar, pero tómate tu tiempo para saber que es esa línea roja, lo que sí está claro que esa mullida cama verde no es romana y que sus extremos esponjosos son necesarios para sujetarlo todo. Y ni falta decir que su mitad tierna y jugosa podría venir de una ciudad alemana. ¿Y ahora? ¿Sabes lo que es?
Tierna y jugosa es en su mitad, esponjosa es su textura en sus extremos y en su parte superior pequeñas lágrimas lo cubren casi en su totalidad. Una línea ni fina ni gruesa de color rojo se asoma bajo una especie de sábana amarilla anaranjada, todo recostado sobre una mullida cama verde y como imaginarás, todo está sobre su parte tierna y jugosa. ¿Sabes lo que es?
- No
Te daré algunas pistas. Esas lágrimas me recuerdan a Alí Babá y sus cuarenta ladrones, esa sábana te la podrías quedar, pero tómate tu tiempo para saber que es esa línea roja, lo que sí está claro que esa mullida cama verde no es romana y que sus extremos esponjosos son necesarios para sujetarlo todo. Y ni falta decir que su mitad tierna y jugosa podría venir de una ciudad alemana. ¿Y ahora? ¿Sabes lo que es?
ANA GONZÁLEZ REY
“Explosión en mi boca”
Cuando te vi llegar a la mesa, mis ojos se abrieron como platos. Estabas tan apetecible, olías tan bien... y ese aspecto exquisito que tenías me volvía loca. Cuando is yemas te rozaron, noté el calor en mis dedos, te agarré con firmeza y te apreté entre mis manos , para que nada se derramara.
Cuando te di el primer bocado, mi boca explotó de placer. El pan estaba crujiente y tierno, la carne bien hecha rodeada por el queso fundido y unas hojas verdes de lechuga. Todo se mezclaba con las salsas y eso hacía una combinación perfecta.
Mis papilas gustativas se deleitaron con tu sabor, mi querida hamburguesa.
“Explosión en mi boca”
Cuando te vi llegar a la mesa, mis ojos se abrieron como platos. Estabas tan apetecible, olías tan bien... y ese aspecto exquisito que tenías me volvía loca. Cuando is yemas te rozaron, noté el calor en mis dedos, te agarré con firmeza y te apreté entre mis manos , para que nada se derramara.
Cuando te di el primer bocado, mi boca explotó de placer. El pan estaba crujiente y tierno, la carne bien hecha rodeada por el queso fundido y unas hojas verdes de lechuga. Todo se mezclaba con las salsas y eso hacía una combinación perfecta.
Mis papilas gustativas se deleitaron con tu sabor, mi querida hamburguesa.
MARTA MORALES REGACHO
"Hora de comer"
Una explosión de texturas tuvo lugar en mi interior al morder la hamburguesa ante la que me encontraba. ¡Dios mío, hacía años que no comía nada igual! La ternura del pan, la elasticidad del queso fundido, la frescura de la lechuga, el crujir de la cebolla ligeramente tostada; pero, sin duda, lo mejor era aquella carne, protagonista de tal manjar. Carne de vacuno, cocinada al calor de vivas ascuas. Podía percibir con intensidad el sabor a leña, que me hacía evadir a mi infancia, cuando asaba con el abuelo castañas en el fuego. Para regar todo ello, me serví un vaso de té helado, que refrescó al instante mi aliento. Al finalizar, mi estómago quedó completamente saciado. Así pues, me tumbé, dejando que mi digestión finalizara su trabajo.
Una explosión de texturas tuvo lugar en mi interior al morder la hamburguesa ante la que me encontraba. ¡Dios mío, hacía años que no comía nada igual! La ternura del pan, la elasticidad del queso fundido, la frescura de la lechuga, el crujir de la cebolla ligeramente tostada; pero, sin duda, lo mejor era aquella carne, protagonista de tal manjar. Carne de vacuno, cocinada al calor de vivas ascuas. Podía percibir con intensidad el sabor a leña, que me hacía evadir a mi infancia, cuando asaba con el abuelo castañas en el fuego. Para regar todo ello, me serví un vaso de té helado, que refrescó al instante mi aliento. Al finalizar, mi estómago quedó completamente saciado. Así pues, me tumbé, dejando que mi digestión finalizara su trabajo.