Esperamos de corazón que los disfrutéis y paséis un feliz fin de semana.
·LA MUERTE Y LAS NIÑAS · María Martínez Diosdado Quiso la muerte ser niña y las niñas jugar con la muerte.
La muerte no recuerda desde cuando existe ni que edad tiene. Intenta rememorar una infancia inexistente. Llora que llora la parca. Se cubre de negro luto la que no tiene alma. Deseaba la muerte la vida. Sentir la alegría en lugar de causar pena. Guardó desde siempre un anhelo, tener una fecha
marcada, para recordar cuánto de vieja era. La guadaña sufre que te sufre. El dolor que carga, la dicha que desconoce.
Ayyy trazó un plan la malvada.....
Quisieron las niñas jugar con la muerte y la muerte ser niña.
Dos almas inocentes tentando al destino, creyéndose inmortales en este efímero mundo. En la ignorancia de creer que estamos aquí para siempre. Ríen que ríen las peques. El júbilo de no conocer la melancolía, ni las duras miserias. Un par de espíritus blancos, que ya pertenecían a las manos negras.
La muerte que quería jugar a ser niña. Las niñas que deseaban jugar con la muerte.
La parca pone en marcha su macabro plan, un juego cándido donde los allá. Les habla disfrazada de alborozo a las infantes, poco a poco las llama. Corren que corren las chicas, detrás de un ave extraña. No de dan cuenta de la vías. Del último silbido de la vida que en vano intenta reclamarlas. Las espera al final de la vía, para llevárselas con ella. Ya no pena la muerte porque tiene a dos pequeñas, que desde el otro mundo siguen juega que te juega. Cuidado en las noches oscuras si oyes unas carcajadas, tal vez estén mirándote y de vez en cuando saludan.
Fin
·EL ARMARIO · Manuel García Tristante
Me desperté con brusquedad, sintiendo un frío glacial a mi alrededor. ¿Cómo era posible si tenía la calefacción al máximo? Quise moverme, pero no pude. Algo me tenía agarrado de pies y brazos. Quise gritar, pero no pudo. Parpadeé varias veces intentando ver algo en la oscuridad. ¡Y en qué maldito momento lo hice! Unos ojos rojos me mirando y una siniestra sonrisa me sonrió. Un libro cayó a los pies de mi cama. El miedo me atenazaba. Y de pronto sentí cómo tiraban de mis piernas y brazos… También de la almohada. Haciendo acopio de fuerzas, me liberé y me agarré a la almohada. «No os la vais a llevar», pensé, cerrando los ojos. «¡Por favor, qué pase ya!» mi yo interior pensó por otro lado. Pero el forcejeo continuó. No se me ocurrió otra cosa que rezar, suplicar a Dios, y al instante advertí como todo cesaba. Veloz, encendí la luz y la puerta de la habitación se abrió y algo salió. Miré el reloj. Las 3:33. Giré mi cabeza hacia la izquierda, sintiéndome observado y el armario, el que siempre cerraba al ir a dormir, estaba abierto… Y se cerró y el frío desapareció.
·FALSA REALIDAD · Marta Morales Regacho
El sudor comenzó a bañar cada centímetro de mi piel. Un potente vacío inundó mis oídos, haciéndome cada vez más débil. Sabía que iba a desfallecer de un momento a otro. Comencé a respirar fuertemente, tomando bocanadas como si mi vida dependiera de ello. Apretaba los puños y sentí cómo mis uñas se clavaban en las palmas de las manos.
Me forcé a continuar. El vacío iba aumentando poco a poco, hasta llegar a escuchar tan sólo mis pulsaciones. ¿Miedo? No, angustia. Un paso en falso significaba el fin. Pero, ¿dónde estaba el límite? Había perdido por completo la noción del tiempo. No me sentía dueña de la situación.
Atisbé a lo lejos una puerta blanca. Tomé el picaporte, ansiosa. Nada tenía sentido en aquella habitación. Paredes cubiertas de ojos humanos, que lanzaban miradas furtivas. Tarima de serpientes como suelo. Sonoras carcajadas como música ambiental. Me volví entonces presa de aquellas bestias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión es fundamental. ¡Gracias de nuevo! Te esperamos ;)