Queridos amigos, hace unos días tuve el placer de conocer la ciudad de Málaga. Como muchos de vosotros, estoy segura, yo también he quedado enamorada de sus playas, de sus calles y su gente. Por ello, me he visto en la necesidad de dedicarle un breve relato que espero que os guste.
Además, no solo he disfrutado de sus paisajes, sino de las personas que el destino ha puesto en mi camino en estos breves, pero intensos, días. Desde aquí me gustaría mandar un abrazo a Dulce, que lo ha hecho posible y ha sido mi fiel compañera de viaje. Además de otras chicas que, aunque no estuve mucho tiempo con ellas, intercambiamos buenos ratos, Zineb, Emma, Hannah y Naema. ¡¡Gracias, compañeras!!
Cuenta la leyenda que hace siglos
un embrujo se hizo con las calles de Málaga. Invadió cada uno de sus rincones,
acechó a sus habitantes, quedando prendados de la ciudad por el resto de sus
días. Aquellos ancianos que aún viven, dicen que la magia tiene lugar al
atardecer, cuando el sol comienza a caer y la luna se deja ver. El sonido de
sus olas puede encandilarte, hacerse dueño de tus actos, susurrarte al oído el
mayor de sus secretos. La belleza de sus costas te hará creer que no has visto
nada igual. Sin poder evitarlo, serás arrastrado hacia ella a medianoche,
cuando surge el efecto del embrujo. Toma asiento en cualquiera de sus oscuras
playas, parecen estar hechas de ceniza. Cierra los ojos, respira profundamente,
siente como el aire penetra tus pulmones. Confiésale a la mar tus pecados, aquello
que más te atormenta. Ella sabrá escucharte, como buena confidente, purificará
tu alma y te dejará ir en paz. Te ayudará a apreciar las pequeñas cosas,
aquéllas que darán sentido a tu vida, aquéllas que te harán feliz. Sin embargo,
si lo que necesitas es silencio, debes visitar el castillo. Subirás tan alto
que creerás llegar al cielo. Cuando alcances la cima, cierra de nuevo los ojos,
disfruta lo que las vistas te ofrecen. Es increíble, ¿verdad? Te invadirán en
ese momento cientos de sensaciones. Melancolía, felicidad, tristeza, quizás.
Déjate llevar, grita, llora, ríete.
Ahora bien, ¿crees que debes
volver a Málaga?
Si la respuesta es afirmativa, he
de confesarte que tú también has sido hechizado.
He quedado fascinada con el lugar, con su gastronomía, la pasión con la que se viven los actos religiosos. Esto último que os llegará a emocionar, incluso a aquellos que no seáis creyentes.
Muchas gracias a vosotros, lectores, una vez más!