El renacer de Laura

El renacer de Laura

El día amaneció soleado. Por las rendijas de las cortinas se colaban rayos de sol entrando tímidamente en la habitación. Laura no sabía qué hora era, y tampoco quería saberlo. Sólo deseaba seguir acurrucada en la cama, entre las sábanas, ella y sus lágrimas.

A pesar de que se repetía continuamente que la vida continuaba, que el sol había despertado como todos los días, que el sonido de los coches, de la gente paseando por la calle, le estaban diciendo que el mundo seguía andando, ella no quería acompañar a ese mundo. Ella quería seguir acurrucada en su cama, en su soledad, en su mundo, un mundo que poco a poco se había instalado en su vida, sin ella esperarlo y sin ella pedirlo.

¿Dónde se había escondido la fuerza que siempre la había acompañado? Laura había luchado toda su vida ante adversidades, frustraciones y tristezas con una valentía admirable. Pero ahora se sentía vacía, su alma no le pertenecía, su cuerpo no le obedecía y su mente la traicionaba con imágenes de un pasado que sabía no volverían.

Rebuscaba entre las sábanas las fuerzas. Se repetía una y otra vez que un día más vivido era un regalo que el Universo le estaba dando, que la vida valía la pena vivirla porque nunca sabría cuando sería el final de su historia, y volvía a rebuscar las fuerzas, pero no lograba encontrarlas. Y se acurrucaba entre las sábanas, escondiéndose de sus miedos, protegiéndose de sus flaquezas.

Y un día despertó, miró fijamente a la “menopausia”, la retó y le prometió que si volvía a interrumpir su vida como lo había hecho, dejándola paralizada, sin fuerzas y llena de soledad, se iba a encontrar con una Laura guerrera y preparada para cualquier desafío.

Vio el sol entrando por la ventana, se levantó como un resorte y se prometió a sí misma que volvería a ser la dueña de su cuerpo, de su alma y de su mente.


Esther Santana Correa